enero 11, 2010

Mujer soltera, mujer divorciada

Nota de la autora: Si este ha sido uno de los blogs más duros que he escrito, creo que tengo que decir que sí. Se lo dedico a una persona que me ha enseñado mucho y a la que le tengo un aprecio enorme, LVG.


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Uno de los aprendizajes más duros que me ha tocado enfrentar durante ésta, mi adultez joven, es el lugar que me toca dentro de la clasificación moderna de las castas. Pagar lo que llama Silvio Rodríguez "el precio de ser uno mismo" ha sido duro y hasta sorpresivo.

Si es cierto que ya no soy sierva o señora, sobre mí recaen otros títulos, resultado de mis propias decisiones. Llevarlos implica también llevar la llave que abre ciertos círculos, ciertos estatus.

Ser mujer soltera, sin pareja, sin pretendientes aparentes, sin planes de dejar la soltería y sin tan siquiera un mínimo atisbo de querer dejarla, implica no tener estatus, no tener un título, y por ende, pertenecer a la nada social que es el mundo de los solteros.

Pero, ¡Oh, sorpresa de las sorpresas! Escuchar que la mujer que ostenta el título de divorciada entra en el limbo de los títulos, es peor aún que entender que mi posición actual no tiene llave alguna al mundo de las mujeres que sí tienen títulos.

No puedo hacer un equivalente entre la soltería y el divorcio (y no lo voy a hacer) pero la condena de la mujer divorciada es aún mayor que la que pesa sobre mi cabeza. Entiéndase que no la comparto en ningún sentido.

Déjenme describirlo de la siguiente manera: es un frío helado, un silencio tímido pero constante, un desdén callado pero firme, un dedo que se extiende bajo la ropa para señalar a aquella que no pudo sostener su matrimonio, es decir, la que no pudo darle a su marido lo que necesitaba. El péndulo es invisible pero puedo verlo, en su viaje hasta el cuello de la "divorciada", sin parar. Entonces ya no es digna de las conversaciones ni las actividades de la mujer casada. ¿Por qué invitarla si ella ahora no tiene estatus ni lo merece?

Sí, puedo sentir el juicio inquisitorio murmurar tras ella, como si fuera una bruja en Salem, como si llevara colgada del pecho la letra escarlata, como si la ausencia de anillo fuera un pecado mortal.

Si el peso de la soltería es grande y algunas veces estorboso, pero pasable, el peso del divorcio es el equivalente a ir por el pulgatorio cargando la piedra de la condena.

Miro a mi amiga y juro, se los juro, ella sigue siendo la misma mujer que me dio su amistad y me abrió las puertas de su corazón, sin tener yo una llave de esas que llaman título. Sin ser yo una tía, una abuela, una mujer casada, una novia, una comprometida, una viuda o una abuela; siendo yo quien soy, ella vio lo que tenía que ver y me dejó entrar en su vida. La miro y quisiera cortar los dedos acusadores y los murmullos odiosos de la condena.

Para mí se merece una alfombra de flores más que el caldero hirviente donde la tienen, no porque sea una "mártir" o una "sobreviviente", sino sólo porque es mujer, porque es mi amiga y uno a las amigas les desea lo mejor.

Mientras tanto yo espero mi muerte. El "non-grato" que me colgarán del cuello -si no es que lo llevo hace un buen tiempo- parece anteceder a mis llegadas, a mis discursos y a mis detalles.
-No, ella no- dice una voz escurridiza y solapada
-¿Y por qué ella no?- responde la otra con miedo
-Está soltera-
-¡Ah, qué mal!-responde escandalizada... y con miedo

Es la condena por considerarse "completa" en este mundo.

5 comentarios:

Mariví Portillo Decán dijo...

Ya son tantas divorciadas en mi vida que siento realmente lo que escribes como una realidad. No obstante, a pesar de las duras estadísticas, las mujeres tenemos una capacidad impresionante de sobreponernos a estos estereotipos y a tachar números cuando de rehacer nuestra vida se trata. Muchos son los divorcios que significan nuevos comienzos y arranque de proyectos que, por diversas razones, se vieron congelados en el tiempo... creo que está también en manos de estas mujeres sacudirse del polvazal social y moral y seguir adelante sin mirar a los lados, porque SI es posible.

Luisa Fernanda dijo...

Yo soy una divorciada más y la verdad que cuendo uno se anima a decir su estado civil hay gente que te mira raro, si fuera hombre me felicitarian seguro. Tras de haber pasado por momentos dificiles llevar a cuestas el estigma del "divorcio" es para valientes... como nosotras.
Saludos @Lalusa

Arturo Garro dijo...

Es curioso los estereotipos de nuestra sociedad, si no tienes a un "hombre" a la par, las mujeres no estan "completas".

Pero al revés si eres hombre y estás divorciado, ahora eres "agente libre" para tener a todas las "hembras" que quieras. Empieza la diversión.

En fin... muy buen post.

El Divorciado dijo...

Soy un hombre y me divorcié hace menos de 6 meses, luego de casi 10 años de relación con mi ex.

Las cosas simplemente no funcionaron a pesar de mil intentos, y bueno, fue culpa de ambos dejar morir muchas cosas.

Aún a pesar de eso, mi ex y yo seguimos siendo buenos amigos, y a veces conversamos.

Es algo irónico verlo que vos decís como una realidad.

Yo, hombre divorciado, a pesar de que sigo devastado por el fracaso de mi matrimonio, he encontrado en familia, amigos, hasta gente del trabajo, mucho apoyo. Palabras de consuelo y aliento donde me insisten en todo el potencial que tengo de salir adelante, reconstruir mi vida y estar mejor de lo que estaba sobreponiéndome a esta etapa.

Ella, como mujer divorciada, carga como decís, un estigma donde familia (hasta la de ella), amigos y muchos de los que alguna vez estuvieron para ambos hoy la señalan y la hacen a un lado como si toda la culpa hubiese sido suya.

Y vieras que como su amigo, me duele, porque sé que es injusto.

Hace unos días me dio mucha chicha escuchar a una amiga de ambos decirme "Mae, vos sos un chavalo exitoso, breteador y considerado, le diste una buena vida y no le faltaba nada. Ella es una malagradecida".

Nunca he sido agresivo, pero me dieron unas ganas de pegarle un pi...

¡Qué fácil es hablar y señalar!

Anónimo dijo...

Si algo tengo que agradecer a mi divorcio es que por fin veo la realidad como es y no me ciega ese velo llamado "estabilidad". No existe la estabilidad por el hecho de estar casado, tu matrimonio también puede acabar porque te caiga una maceta en la cabeza o te quedes en coma. No estaré en mi mejor momento, pero si algo sé como divorciada es que me he quitado un gran peso de encima y que la estabilidad de mi vida depende de mi y de mis circunstancias no depende de ningún hombre. Llevo mi letra escarlata con orgullo, valgo más divorciada y sola que con el lastre con el que me case.