octubre 31, 2006

Mi abuelo y su Costa Rica

Mi abuelo es de esos señores que creen, de plano y sin discriminación alguna, que toda la gente es buena. Admiro esa cualidad suya por ser tan democrática y por ser de esa poca de idiosincracia tica que nos queda.
Hoy ví a una muchacha indicándole a un motociclista una dirección y pensé en mi abuelo y en el hecho de que los tiempos modernos nos han convertido en animales desconfiados listos para el ataque. Yo no me atrevo ni a pedir, ni a dar direcciones en estos tiempos. Somos hoy bichos acorralados dispuestos a usar inclusive un lapicero para defendernos.
Entonces me pregunté cómo sería ser como mi abuelo, que ve en todos los ojos una bondad perdida de una Costa Rica viejísima y en sepia. Cómo será recordar días bienaventurados, donde cada calle olía a tierra y los ríos eran clarísimos. Cómo será medir el tiempo por cogidas de café, giras gubernamentales montados en un Jeep encadenado, semanas santas y navidades, pero de verdad. Cómo será recordar días donde el colón no se medía en miles sino en cientos.
Era una Costa Rica más infantil e inocente, donde el presidente no necesitaba de un escuadrón Swat porque nadie quería matarlo, aunque fuera del bando contario. Y conste que esas son sus palabras, no las mías.
Hoy mi abuelo es un hombre mayor, vulnerable a los inescrupulosos y a los choferes incoscientes, al que procuramos proteger porque cree que puede ir a Desampa y nada le va a pasar. Lo cuidamos no porque creamos que ya no puede, sino porque esta jungla de país ya no tiene misericordia con un corazón tan grande como el suyo.

octubre 10, 2006

Amargura


Me saben a amargura cada una de tus palabras. Me queman el ánimo tus sarcasmos y tus ironías, porque para mí el mundo es hermoso, con baches, pero hermoso.
Me saben agrios tus gestos y sé que perdiste el ánimo de estar aquí, pero yo aún no los he perdido.
¿Por qué no tomas tus maletas y te vas si te sientes tan infeliz? ¿Por qué sigues llenando el aire con tus puñales?
Ya me cansé de escuchar que mis cosas son las culpables de tu tristeza y tu amargura. Ya me cansé de sentir que igual da si estoy o no estoy. Por eso te pido, de manera vehemente, que te vayas, que prefiero verte de largo que tenerte aquí tratando de cabar la tumba de un vivo.