marzo 07, 2008

Superficial hasta en los ojos

Es de todos los días. Una va caminando por la calle, llega a un centro comercial, se encuentra en un restaurante y siempre es lo mismo. Luchando por verse bonita en los espejos recurrentes de las ventanas de los edificios, comparando tu cuerpo con el de las modelos de los rótulos, las revistas, los catálogos y hasta con las de verdad que andan por ahí, casi en los huesos, sin nada de piel y mucho menos de grasa.

Cada día es un reto salir a la calle y regresar sin sentire uno enorme en medio del mar de escuálidas que se han puesto de moda.

El cabello perfectamente liso, sin un sólo pelillo rebelde; la ropa impecable con las escondidas etiquetas de una tienda de marca; el olor perfecto; el maquillaje perfecto; los zapatos de moda; los últimos lentes para sol; el bolso más chic; pero sobre todo, el peso más bajo de toda su vida y esa maldita frase en la boca: "viste qué linda está fulana, ahora que está tan delgada". ¿Qué pasa? ¿Antes era fea porque no estaba delgada?, me pregunto, ¿O es que acaso no ser delgada (talla 0, máximo talla 2, porque Dios nos libre de la talla 4 o la talla 6) es un delito descarado?

He luchado toda mi vida contra el peso y aún no entiendo muy bien por qué. El mundo se inventó hace décadas el término "peso ideal" cuando lo que quería decir en verdad era "imagen ideal". Obviamente, al no tener yo el peso ideal, mucho menos iba a tener la imagen ideal. Me pregunté durante años si ese era el motivo de mi fracaso con el sexo opuesto, ahora me pregunto de dónde habré sacado esa idea.

A veces, cuando escucho a mis compañeras y congéneres con esas frases tan destructivas, o cuando las veo con las ojeras marcadas por la dieta que llevan desde hace 15 días, siento esas ganas incontrolables de despotricar contra el genio que comenzó a hacer vestidos talla 0.

Hace poco fui a Panamá y sentí un alivio que hace mucho no había sentido, en relación al tema. Las panameñas parecen no ser tocadas por esas modas de dietas locas, pantalones a la cadera y siluetas sin curvas, al contrario, parecen orgullosas de su herencia genética, con sus curvas pronunciadísimas, sus grandes pechos naturales y víctimas de la acción natural del tiempo , del color de su piel y la forma de su cara. No parecen ser tocadas por esas tendencias gringólicas del vómito luego de la deliciosa comida para la cual prepararon sus psiques y sus estómagos. Y aunque sus tiendas tienen lo último de la moda del mundo, uno puede encontrar todas las tallas que existen.

Sí, un alivio en definitiva estar entre mujeres cuyos complejos parecen no existir y están super felices siendo lo que son. También fue una lección para mí, para regresar a mi país y combatir, en lugar del peso, esos complejos absurdos que me tenían de rodillas en la vida, comparándome con mis compañeras, midiéndome las caderas cada dos de tres y frustrándome porque son algo anchas.

Al fin y al cabo el estuche, cuando se abre, revela su verdadero contenido.