enero 09, 2009

Oh La Saeta el cantar... (oda después de un terremoto)

Mi país sufre. Es como si se le hubiera hecho una herida que no deja de sangrar.


Fue como si la piel se le hubiese desgarrado en un fuerte grito y el llanto no fuera de lágrimas, sino sangre.


Un país que se enfrenta a tal dolor reconoce, sólo así, el verdadero caracter de su gente. Uno podría inclusive pensar que deberíamos estar acostumbrados, pero la verdad es que nadie puede acostumbrarse al dolor del prójimo... me niego a creer que eso pueda ser factible.


Es así como una vez más mi gente llora, aferrada a la esperanza de ver el sol mañana. Mientras lloramos los ticos no nos hincamos a orarle a un dios pegado a una pared y clavado a un madero, sino que rezamos ofreciendo las manos para cerrar la herida sangrante y enjugar las lágrimas de los que sufren.


Y entonces recuerdo una canción de Serrat que dice "oh la saeta el cantar, no quiero cantar ni puedo, a ese Jesús del madero, sino al que anduvo en la mar".



Porque un dios de piedra poco puede hacer por los que claman, en cambio, el dios que vive y arde en el pecho de un verdadero ser humano, ese dios sí puede obrar milagros.

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