agosto 03, 2006

2 de Agosto

¿Por qué caminan los que caminan? ¿Quién escucha las plegarias del peregrino? Al final del camino, con pies cansados y rodillas rotas elevan su oración a un cielo que a veces parece deshabitado. ¿A quién se le pide cuando no hay a quien pedir? De todos los santos de yeso y barro, de todas las vírgenes pegadas en la pared y los escapularios colgantes, cuál es el que escucha mejor? Si aún después de tantos ruegos y rosarios el mundo sigue girando, la muerte sigue viniendo y el dolor no se va. Si aún después de las avesmarías y los padresnuestros seguimos siendo pecadores, por más buenos cristianos que nos sintamos.
¿A quién le reza el peregrino cuando los santos tienen oídos de palo, y sus penas, tan humanas, se le pegan a la piel como parásitos que deboran su fe?
¿Para qué camina este pueblo cada dos de agosto si en las homilías se siguen atacando a los demonios de piedra de las iglesias góticas, en lugar de arrasar con la ignorancia y la desazón?
Somos feligreses en un camino que nos hace purgar las penas, y aún así tenemos que irnos al purgatorio si queremos alcanzar la gloria del cielo.

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