septiembre 18, 2006

Vanidad Presidencial

Estando en una actividad que requería la presencia del señor presidente de la República, me di cuenta de algunas de sus vanidades y del trato, nada despreciable, que políticos y personajes le brindaron.
La unidad canina en busca de bombas, estricta vigilancia y chequeo de explosivos persona por persona, riguroso control de asistentes fue la rutina anterior a la llegada del honorable.
Cuando arribó al lugar de los hechos la historia fue tan risible. Pareció como si todo aquel que estuviera involucrado en el evento se transformase en la alfombra roja por donde debía caminar el mandatario que, sin ser rey, recibió más reverencias que un monarca.
Todos querías fotografiarse con el tan mentado y esperado presidente de la República, no porque fuera presidente en sí, sino por su excelentísimo pasado como Nobel de la Paz, premio del que ya casi ningún tico se acuerda.
A veces me pregunto si será por eso que un 40% de los ticos lo eligieron, o más bien si el motivo será ese chorro de promesas que logrará sólo con deudas y más deudas, que dicho sea de paso, ya comenzó a anotar en los libros de contabilidad del estado.
Dicen por ahí que la cabeza de estado anda de viaje haciendo autobombo, cobrando 25 mil dólares por aparición pública y diciendo que él quiere la paz. No me consta y sin embargo, en lo que lleva en el poder ha salido más veces del país que don Abel en un año.
Aquí en Costa Rica, por mientras, se le extraña, se le olvida, se le recuerda y se le resiente esa distancia que ha mantenido con su pueblo. Es como si hubiésemos elegido al inalcanzable, a la fría estatua perfecta colocada en el pedestal más alto del museo, a esa imagen del gobernante ideal. En la política como en el amor los ciudadanos sueñan con el presidente perfecto y cuando supuestamente lo tienen, se dan cuenta de que habían sido cegados por el enamoramiento temporal de la campaña y los primeros meses.
Entonces llega a caerse la máscara y termina la obra. La realidad es que el sueño fue muy lindo y agitó las pasiones por algún tiempo, pero nada más. Él es el mismo, el mismo patán que hace promesas y nos rompe el corazón, el mismo político que como muchos otros, una vez alcanzado el podio, lo hace elevar para que no lo toquen los mortales.

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